Cuando le pidieron a Fran por primera vez veintitrés años atrás que fuera una mentora voluntaria para Crossroads Ministerio Carcelario, ella se preocupó de no estar capacitada para enseñar a hombres y mujeres privados de su libertad sobre la Biblia.
“No estaba segura de poder hacerlo. No tenía confianza en mis conocimientos de las Escrituras. Existía una barrera de idioma,” explicó Fran, oriunda de Holanda.
Pero pronto ella se dio cuenta de que las personas privadas de su libertad no solo necesitaban un tutor de la Biblia. También necesitaban de un amigo.
¿Ser amigos? Eso ella sí podía ser.
A medida que comenzaba a revisar las lecciones bíblicas de sus estudiantes e intercambiaba cartas con ellos, ella se dio cuenta de que había encontrado su llamamiento. “Yo amo a las personas. Me encanta estar conectada con otros,” expresó Fran.
Mientras que intercambiaba cartas con sus estudiantes, Fran desarrolló amistades sólidas.
Uno de esos estudiantes fue un hombre condenado a muerte llamado Steve. A medida que Steve comenzaba a compartir cosas acerca de su vida con Fran, ella sentía un profundo sentimiento de compasión por él.
“Él vivía en un calabozo. Era un sótano húmedo. A veces goteaba y todo se mojaba. Él estaba preocupado por su vida,” dijo Fran. “Realmente sentí pena por él y por lo que estaba sufriendo. Desarrollé un estrecho vínculo con él.”
Esta profunda amistad progresó mediante el compartir de su propia vida. “Soy muy personal en todas mis cartas. Compartí sobre una nieta con seria discapacidad. Teníamos dos hijos con dificultades. Le pedí su oración por esto. Tuve cirugías y le pedí que orara por ello,” ella comentó. “Le compartí mis alegrías y también mis luchas.”
Al ser vulnerable y compartir abiertamente con Steve, ella creó confianza. Y Steve comenzó a compartir más detalles personales: sus luchas, pasiones y sueños. Uno de esos sueños fue el de cursar el doctorado en teología.
“Yo le dije que debería hacerlo, que Dios lo acompañaría. Y años más tarde, me enteré que él había conseguido su título,” dijo Fran con una sonrisa de madre orgullosa.
En una carta reciente a Fran, Steve escribió: “Fran, ojalá que tuviera la capacidad de decirle del enorme impacto que usted ha tenido en mi vida. La recuerdo a usted y a sus seres queridos en mis oraciones diarias.”
Con el paso de los años como mentora de Crossroads, Fran ha pasado por mucho. Ella ha lidiado con problemas físicos, ha tenido familiares con dificultades y su esposo ha fallecido. Pero una constante en su vida durante todo esto fue estudiar la Palabra de Dios junto con asesinos, ladrones y traficantes.
Durante el proceso, los privados de su libertad han llegado a significar más para Fran que sus crímenes. Ella ahora los ve como son realmente: personas creadas a la imagen de Dios. Y no solo como personas, sino como amigos.
“He permanecido por tanto tiempo basada en el deseo de estar allí para ellos. Yo significo algo para estas personas y ellos significan tanto para mí,” dijo Fran. “Al ser una mentora y pasar por sus luchas con ellos, tengo una perspectiva totalmente diferente de quiénes son.”
Ser mentora de Crossroads también ha transformado la vida de Fran con Dios. “Nunca me siento tan cerca de Dios como cuando le estoy escribiendo a personas privadas de su libertad. Ha dado un giro completo a mi vida espiritual,” afirma ella.