La Biblia es la Palabra de Dios; podemos confiar en ella para guiarnos.
Las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, tal como las dio Dios originalmente, son divinamente inspiradas, completamente verdaderas y totalmente confiables. Las Escrituras son la autoridad suprema y eterna en todos los asuntos de fe y conducta.
2 Timoteo 3:16–17; 2 Pedro 1:20–21; Salmo 119:160; Hebreos 4:12
Hay un solo Dios verdadero, quien es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Hay un solo Dios vivo y verdadero, el Creador de todo, quien es eterno y existe en tres personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Génesis 1:1; Juan 1:1–3; Mateo 3:16–17; Juan 10:30; Juan 15:26; 2 Corintios 13:14
Jesucristo es nuestro Señor y Salvador.
Jesucristo es Dios encarnado. Es el Señor de toda la creación y la cabeza de la Iglesia, y en cada parte de nuestra vida estamos llamados a someternos a Él. Jesucristo era plenamente Dios y plenamente humano, nació de una virgen, vivió una vida humana sin pecado y realizó milagros divinos. A través de Su muerte sustitutiva y expiatoria, Su resurrección corporal, Su ascensión y Su obra como el único mediador entre Dios y toda la humanidad, Él nos ha dado el don de la salvación. Ahora intercede por nosotros a la diestra del Padre y vendrá de nuevo en poder y gloria.
Juan 1:1–4; Colosenses 1:15–20; Romanos 10:9–10; Hebreos 7:25–27
El Espíritu Santo vive en nosotros, capacitándonos para seguir a Cristo.
El Espíritu Santo es Dios y el dador de vida. El Espíritu es enviado del Padre y del Hijo, habló a través de los profetas, unifica a la Iglesia y provee dones espirituales diseñados para edificar el Cuerpo de Cristo. El Espíritu mora en los creyentes, intercede por ellos, sella su salvación y los capacita y les da poder para testificar de la obra del Señor Jesucristo y vivir una vida piadosa.
Juan 14:26; Lucas 12:11–12; Hechos 1:8; 1 Corintios 2:13; 1 Corintios 12:4–11; Romanos 8:10–16, 26–27; Efesios 1:13–14; Tito 3:5
Cada persona es creada a imagen de Dios, pero debido al pecado, cada persona necesita la salvación.
Cada persona es creada a imagen de Dios y diseñada para tener una relación con Dios. Pero, debido tanto al pecado original como al personal, esa relación se rompe y toda la humanidad se separa de Dios, quien es la fuente de toda vida. Por lo tanto, todos merecen el juicio de Dios y necesitan Su salvación.
Génesis 1:27; Salmo 8:3–6; Isaías 53:6a; Romanos 3:23; 1 Juan 1:8
Somos salvos por gracia, por medio de la fe en Cristo, no por nada que podamos hacer.
Somos salvos por la gracia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo y Su sangre que fue derramada en la cruz, no por nada que podamos hacer por nuestra cuenta. El Espíritu Santo nos llama a arrepentirnos y tener fe en Jesucristo, cuya muerte y resurrección asegura nuestra salvación.
Efesios 2:8–9; 1 Juan 1:9; Romanos 3:21–28; Romanos 5:1–11; Juan 3:16
Los muertos serán resucitados.
La resurrección tanto de los perdidos como de los salvos ocurrirá cuando Cristo regrese. Aquellos que estén perdidos irán al castigo eterno, pero los que sean salvos en Cristo serán resucitados a la vida eterna con Dios.
Juan 5:28–29; 1 Tesalonicenses 4:13–17; Apocalipsis 20:12–15; 1 Pedro 1:3–5
Estamos llamados a estar unidos en Cristo con todos los creyentes.
Estamos llamados a ser uno en Cristo como la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, a través de la obra del Espíritu Santo.
Efesios 4:4–6; Juan 17:18–23; 1 Corintios 12:12–13, 25–26; Romanos 12:4–5
Estamos llamados a trabajar unos con otros para compartir el mensaje del Evangelio.
El Señor Jesucristo manda a todos los creyentes a proclamar al mundo las buenas nuevas de la salvación a través de Jesús, a hacer discípulos a todas las personas, a bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y a enseñar a los que creen a obedecer todo lo que Cristo manda.
Mateo 28:18–20; Hechos 1:8; Juan 20:21; Romanos 10:14–15; 2 Corintios 5:19–20; Isaías 42:6–7